¿Cuándo es necesario un aval para una hipoteca?

Pedir una hipoteca representa una decisión trascendental en la vida financiera, ya que no solo consiste en recibir un préstamo para adquirir una vivienda, también implica cumplir con requisitos que la entidad bancaria exige para garantizar el pago. Entre esas condiciones puede encontrarse la necesidad de contar con un aval como garantía.

¿Qué es un aval de una hipoteca?

El aval es un compromiso adquirido por una persona distinta al solicitante de la hipoteca, que se convierte en responsable subsidiario en caso de que el titular no cumpla con sus obligaciones de pago. Se trata de una garantía adicional que los bancos solicitan cuando consideran que el perfil del solicitante no ofrece la seguridad suficiente.

En el mercado hipotecario, no siempre resulta sencillo encontrar condiciones ventajosas sin este tipo de respaldo. Por eso, a la hora de encontrar la mejor hipoteca con o sin aval, los expertos de BrokersFinance son de gran ayuda porque analizan la situación del cliente, comparan ofertas y buscan aquellas entidades que ofrecen alternativas adaptadas a diferentes perfiles económicos. Su asesoramiento permite identificar opciones menos restrictivas para quienes desean evitar implicar a terceros en sus operaciones.

El aval se utiliza en situaciones en las que el banco percibe un riesgo elevado, ya sea porque los ingresos son inestables, porque la proporción entre deuda y salario es ajustada o porque se trata de una operación a largo plazo con un elevado porcentaje de financiación.

¿Cuándo se suelen solicitar los avales?

Uno de los escenarios más habituales surge cuando la persona interesada en una hipoteca no dispone de ingresos constantes. Esto ocurre con quienes trabajan en empleos de corta duración, profesionales independientes con ganancias variables o aquellos que se desenvuelven en actividades con alta inestabilidad laboral. Al no contar con una base económica sólida, la figura del avalista se convierte en un requisito para dar confianza al banco.

Otra circunstancia bastante común se presenta cuando la entidad presta una cantidad superior a lo habitual respecto al valor del inmueble. Normalmente, los bancos cubren hasta un 80 % del precio de tasación. Sin embargo, cuando alguien solicita un 90 % o incluso la totalidad del coste, el riesgo para la entidad se incrementa. Para equilibrar esa situación y asegurarse de que el compromiso de pago se cumpla, la inclusión de un avalista resulta muy probable.

También se toman en cuenta los antecedentes financieros del solicitante. Si la persona arrastra deudas pendientes, ha tenido retrasos en abonos anteriores o figura en listados de morosidad, la probabilidad de obtener el préstamo sin un respaldo adicional se reduce bastante. En estas circunstancias, el avalista actúa como garantía para el banco, lo que puede facilitar la aprobación del crédito. En definitiva, contar con un aval se convierte en una herramienta clave para quienes no cumplen con los requisitos habituales de estabilidad económica o historial crediticio positivo.

¿Quién puede ser avalista?

El avalista suele ser alguien muy cercano a quien solicita el préstamo, normalmente familiares directos como padres, hermanos o pareja. Esto ocurre porque se trata de una figura que asume una gran carga, ya que deberá responder con su patrimonio en caso de que el deudor no cumpla con los pagos.

Las entidades financieras no solo se fijan en la relación de confianza, también analizan la capacidad económica del avalista. Es necesario que tenga estabilidad en el empleo, ingresos constantes y, en lo posible, bienes o ahorros que respalden la operación. Cuanto mayor sea su solidez financiera, mayor tranquilidad tendrá el banco respecto a la recuperación del dinero.

Aceptar ser avalista implica un compromiso legal que puede durar muchos años, incluso décadas, dependiendo del tipo de préstamo. Por eso, antes de firmar, es fundamental que la persona entienda los riesgos, pues su propio patrimonio podría verse comprometido.

¿Qué riesgos tiene ser avalista?

Ser avalista implica asumir compromisos que pueden poner en juego la seguridad económica personal. El primer peligro aparece si el titular de la hipoteca no cumple con los pagos, ya que la entidad bancaria tiene derecho a reclamar al avalista el importe pendiente. Esto significa que no solo se responde con el patrimonio propio, sino también con la tranquilidad financiera a largo plazo.

El compromiso no se limita al pago de cuotas en efectivo. Si se produce un incumplimiento continuado, el banco puede embargar bienes del avalista, como viviendas, terrenos o dinero en cuentas bancarias. De esta manera, aceptar ese papel supone correr el riesgo de perder ahorros o propiedades que forman parte de su estabilidad futura.

A esto se suma la limitación para solicitar financiación personal. Incluso sin retrasos en el préstamo avalado, las entidades financieras ven la figura del avalista como una carga adicional. Por ese motivo, al momento de analizar nuevas solicitudes de crédito, se reduce la capacidad de endeudamiento, lo que puede cerrar la puerta a proyectos o necesidades propias.

¿Qué pasa con el avalista ante un impago?

Cuando un préstamo hipotecario con aval deja de pagarse, la entidad financiera puede exigir al avalista el importe pendiente, junto con recargos e intereses acumulados. Esta situación suele provocar tensiones, ya que el avalista, en muchos casos, es un familiar o alguien muy cercano al deudor.

Si no se encuentra una solución rápida, la entidad tiene la posibilidad de iniciar acciones legales que pueden terminar en la pérdida de bienes tanto del titular como del avalista. Esto implica un riesgo elevado para el patrimonio de ambos.

Alternativas al aval

Es posible conseguir una hipoteca sin necesidad de un aval. Una estrategia es contar con un ahorro más alto al inicio, lo que disminuye la cantidad que se solicita al banco. Esto hace que la operación sea percibida como menos riesgosa y aumenta las probabilidades de obtener el préstamo sin respaldo externo.

Mejorar la situación económica personal también ayuda. Pagar deudas anteriores, mostrar ingresos constantes o presentar un contrato de trabajo estable fortalece la percepción de solvencia frente a la entidad financiera. Otra alternativa es recurrir a bancos que dispongan de programas especiales para ciertos colectivos, donde los requisitos de aval son más flexibles.

Los asesores financieros representan un apoyo valioso. Su conocimiento sobre las políticas de los bancos permite orientar a los solicitantes hacia opciones más adaptadas a su perfil, facilitando el acceso a hipotecas con condiciones más cómodas y sin comprometer a terceros.